La Autoridad en el Poder de Dios
Sólo Dios puede darle autoridad a una persona, y es él quien les ha dado poder a los gobernantes que tenemos. Por lo tanto, debemos obedecer a las autoridades del gobierno. Quien no obedece a los gobernantes, se está oponiendo a lo que Dios ordena. Romanos 13:1
La autoridad implica la posesión real o uso del poder, el derecho legal o moral para ejercitarla; implica también el dominio dentro del cual es ejercitado dicho poder. Dios le ha dado todo el poder para gobernar en todo el universo, para ir y hacer más discípulos del Señor en todos los países de la tierra, bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
El Dios del cielo le ha dado el reino, el poder, la fuerza, el honor  y el dominio sobre todos los lugares habitados por hombres, animales y aves; él lo ha puesto todo bajo el poder de Su Majestad.
El enfoque bíblico para este término que es la autoridad le pertenece a Dios. Entonces oí una fuerte voz en el cielo, que decía: «Ya llegó la  salvación, el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Mesías; porque ha sido expulsado el acusador (el diablo) de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.
Esta misma autoridad fue ejercitada por Jesucristo y reclamada por él para su iglesia. Jesús le dice a Dios, Padre tú me diste autoridad y poder sobre todos los que viven en el mundo, para dar vida eterna a todos los seguidores que me has dado.
 Esta vida eterna la reciben cuando creen en ti y en mí; en ti, porque eres el único Dios verdadero, y en mí, porque soy el Mesías que tú enviaste al mundo.
A todo el mundo le he mostrado lo grande y poderoso que eres tú, porque cumplí con todo lo que me ordenaste. Y ahora, Padre, dame el poder y la grandeza que tenía cuando estaba contigo, antes de que existiera el mundo. Juan 17:2
El dominio de Dios se fundamenta sobre su autoridad. La autoridad de Dios  representa el ser de Dios. La falta de sumisión a Dios y a las autoridades  hace que el individuo opere bajo el principio satánico, no importa  que tan fiel sea esta persona  a la doctrina. Recuerde esto; satanás teme grandemente a un cristiano sujeto a la autoridad de Cristo.
En realidad, Dios nos trata con mucho más amor, como dice la Biblia: Dios se opone a los orgullosos, pero brinda su ayuda a los humildes. Por eso, obedezcan a Dios. Háganle frente al diablo, y él huirá de ustedes. Santiago 4:6-7
Es importante que para mantener la autoridad de Dios en nuestras vidas debemos aprender a someternos a ella en todo tiempo. Sean humildes delante del Señor, y él los premiará.
La sumisión a la voluntad de Dios determina  nuestro grado de autoridad. La verdadera sumisión está ligada a la vida del Espíritu, por lo tanto, los que vivimos unidos a Jesucristo no seremos castigados.
Ahora, por estar unidos a él, el Espíritu Santo nos controla y nos da vida, y nos ha librado del pecado y de la muerte. Dios ha hecho lo que la ley de Moisés no era capaz de hacer, ni podría haber hecho, porque nadie puede controlar sus deseos de hacer lo malo. Dios envió a su propio Hijo, y lo envió tan débil como nosotros, los pecadores. Lo envió para que muriera por nuestros pecados. Así, por medio de él, Dios destruyó al pecado. 
Lo hizo para que ya no vivamos de acuerdo con nuestros malos deseos, sino conforme a todos los justos mandamientos de la ley, con la ayuda del Espíritu Santo. Los que viven sin controlar sus malos deseos, sólo piensan en hacer lo malo. Pero los que viven obedeciendo al Espíritu Santo sólo piensan en hacer lo que desea el Espíritu. 
 Si vivimos pensando en todo lo malo que nuestros cuerpos desean, entonces quedaremos separados de Dios. Pero si pensamos sólo en lo que desea el Espíritu Santo, entonces tendremos vida eterna y paz. 
Los que no controlan sus malos deseos sólo piensan en hacer lo malo. Son enemigos de Dios, porque no quieren ni pueden obedecer la ley de Dios. Por eso, los que viven obedeciendo sus malos deseos no pueden agradarlo.
 Pero, si el Espíritu de Dios vive en ustedes, ya no tienen que seguir sus malos deseos, sino obedecer al Espíritu de Dios.
Recuerda que el conocimiento y la obediencia a su voluntad determinan nuestra sumisión  a su autoridad. La obediencia  a la voluntad de Dios está por encima de todo sacrificio, renuncia y servicio.
Tengan la misma manera de pensar que tuvo Jesucristo: Aunque Cristo siempre fue igual a Dios, no insistió en esa igualdad. Al contrario, renunció a esa igualdad, y se hizo igual a nosotros, haciéndose esclavo de todos. Como hombre, se humilló a sí mismo y obedeció a Dios hasta la muerte. Filipenses 2:5-8
Cualquier sacrificio en rebeldía y obstinación  es ofrecer fuego extraño que honra a satanás en vez de Dios. Tanto peca el que se rebela contra Dios como el que practica la adivinación; semejante a quien adora a los ídolos es aquel que lo desobedece. 1 Samuel 15:23
El principio satánico de la rebeldía es un arma sutil para socavar la autoridad de Dios y establecer la anarquía.
El Poder de Dios